5.2.06

10 AÑOS AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN
ESCUELA DE EVANGELIZACIÓN “MAZETÉS”


Parece que fue ayer cuando un grupo de jóvenes, junto con un sacerdote, se decidían a tomar la experiencia de iniciación (Fe y Conversión) de uno de los principales proyectos de evangelización a nivel mundial: Evangelización 2000 A.C. Corría el año de 1996 en aquel entonces y nos decidimos a configurar y formar parte de las Escuelas de Evangelización ya existentes en la llamada región Golfo-sur con oficinas en la ciudad de Orizaba, Ver. Así nació la Escuela de evangelización “Mazetés”, auspiciada por el Pbro. Quintín López Cessa, párroco de la Catedral Metropolitana de Xalapa, y asesorada por otra Escuela de Evangelización perteneciente a la parroquia de San Antonio de Padua.

Éramos en su mayoría jóvenes que, impulsados por el Espíritu, nos sentíamos plenamente comprometidos en la transmisión del Evangelio a los demás jóvenes, y comenzamos la ardua labor de promover y realizar retiros de Encuentro en las casas de retiro disponibles en la ciudad de Teocelo y en la población de Monte Blanco, Ver., así como en la casa de la Iglesia de Xalapa. Animados y unidos tratábamos de vivir nuestra fe en Cristo participando de la Eucaristía dominical, de la Hora Santa y de pequeñas asambleas de oración que realizábamos los domingos después de misa en algún salón que estuviera desocupado. Creo que la vivencia del encuentro y más que nada el seguimiento que pudiéramos ofrecernos a nosotros mismos como lideres fue lo que nos condujo a buscar las herramientas y los medios que nos pudieran instruir y formar en la fe. Comenzamos por pedirle al padre Jorge Jiménez nos diera crecimiento, pero nuestra sed de Dios nos hacía exigentes, pues no bastaban el crecimiento y los cursos de formación que nos trasmitía E2000. Aunque fueron memorables los primeros viajes a Guadalajara, Jal., al famoso “Hallel” (diciembre del 96) o los cursos impartidos por Víctor Escalante, entonces director de E2000, hoy Escuela de evangelización “Cardenal Juan Jesús Posadas”. Esto me motivó a dar un paso de compromiso serio con el Señor y decidir dedicar mi tiempo por completo a la evangelización, canalizando mis esfuerzos en la formación y capacitación tanto pastoral como teológico-doctrinal. Fue precisamente en el 97 cuando partí a la sede Nacional para obtener el diplomado en Evangelización y tener la base fundamental para sostener el grupo.
Fue un año intenso de formación y trabajo pastoral que me enamoraron más del evangelio, fue hasta entonces cuando comprendí las palabras de San Pablo: “¡Ay de mí si no Evangelizara!” (1Co 9,16).

A mi regreso sentía que el Espíritu del Señor desbordaba sobre mí. Dispuesto a darlo todo, quería trasmitir todo lo que había aprendido, gritarlo a todas las personas que conocía, como San Pablo después de su Damasco, o Andrés después de su encuentro con el Señor. Pero mis intenciones fueron rebasadas por la realidad, pues aunque mis hermanos en la fe seguían en pie, creo que no lograban entender exactamente la visión que tenía para la Escuela, ni nuestro párroco sabía a ciencia cierta de lo que se trataba. Pero todos decidimos comenzar a trabajar y más que nada a formarnos y hacer extensiva nuestra labor. El padre Quntín me sugirió la idea de iniciar el proyecto con adultos-matrimonios y así dejamos de ser sólo una Escuela de Evangelización juvenil, pues ahora también se integraban al equipo adultos solteros y casados. Conforme íbamos creciendo nos consolidábamos y lógicamente el trabajo se multiplicaba, retiros por aquí y por allá llenaban nuestra agenda casi todos los fines de semana. La formación nos animaba a seguir preparándonos más, Escuela Básica Diocesana, Instituto Bíblico Diocesano, cursos de verano en E2000, formaban parte de nuestro crecimiento. Algo sí hemos tenido bastante claro: después del Encuentro viene el Discipulado y sólo así el Apostolado, apotegma que prevalecerá en la Escuela de evangelización “Mazetés” mientras subsista.

Como todo movimiento o grupo pastoral dentro de la Iglesia, la EEM ha tenido sus altos y bajos, muchos han pasado por nuestras filas, amigos que viven en el recuerdo y en nuestro corazón. Algunas veces no cabíamos en un salón, otras sólo éramos 5 ó 6 personas, aun así creo que el tiempo ha cernido este movimiento y ha dejado verdaderamente lo esencial, pues los que están y siguen en la EEM lo hacen porque en el fondo han vivido la misma experiencia que yo. Lo que hemos oído, visto y tocado lo tenemos que anunciar, lo que una vez se encendió en nuestro corazón no lo podemos apagar. Estamos marcados y principalmente llamados para esta misión: anunciar a Jesucristo. No importa cómo, si en un retiro, en una misión de semana Santa, en un Campamento o dando un curso. Tenemos que anunciar y por eso seguimos y seguiremos, aunque sabemos que no somos santos y que tenemos errores, aunque nuestros defectos sean evidentes y en ocasiones nos separemos, a pesar de nuestras diferencias de carácter y nuestras ideas, creo que en el fondo nos amamos y si estamos aquí es por eso. Nos comprometimos un día, y lo seguiremos estando mientras vivamos. De ahí que la Escuela de evangelización “Mazetés” sea para mí la bendición más grande que Dios me ha dado, el poder formar parte de ella y el poder dirigirla durante este tiempo. Aunque sé que sigo en deuda con mis hermanos porque no he sido el mejor líder o representante, aunque sé que he cometido errores y he estado a punto de tirar la toalla, sé también que han estado conmigo y me han alentado a seguir a pesar de todo. Por eso sé que estos 10 años no han sido en balde, sé que ha valido la pena el esfuerzo, el compromiso y, por qué no, el sufrimiento. Al terminar un retiro, al visitar una casa durante la misión, al hacer una oración, ahí veo los resultados. Y para muestra basta un botón.
Por esto, ¡felicidades Escuela de evangelización Mazetes!, mi escuela, mi grupo…. mi vida.

Salvador Hernández Cobos
Director de la Escuela de evangelización Mazetés


TESTIMONIOS

GRACIAS
¡Cuántas cosas hemos vivido durante estos 10 años! A mí me tocó llegar unos meses después de que el proyecto comenzó, pero inmediatamente me vi envuelto en él: retiros, misiones, horas santas. Era un ambiente diferente al que uno vive, y diferente al que uno se imagina cuando escucha iglesia, así, con minúscula, porque no es la Iglesia verdadera, la de la vivencia, la que se escribe con mayúscula. Aquélla, ni a mí me gustaría tenerla a mi lado, pero ésta, ésta es la que pocos conocen, la Iglesia que es una gran familia, la familia de Dios. Somos Escuela y somos Iglesia.
Escuela de evangelización Mazetés, ¡vaya nombre! Nos costó un poco comprender la dimensión y espiritualidad que exigía, pero poco a poco se nos fue metiendo en la mente, en el corazón, en nuestro ser en sí. A la vez, así como pedía, también daba. Particularmente, me fue llenando de Cristo y me dio un sentido, un punto de referencia en y para mi vida. Es la verdad de Dios que hace libre.
Hoy, a estas alturas, al volver la vista atrás no por arrepentimiento, ni de la forma a la que Jesús hacía referencia para designar a los que no podrían trabajar en su viña, sino al ver atrás con el mismo optimismo de siempre y darse cuenta de todo lo que hemos avanzado con el Señor, es grato notar su presencia en nuestras vidas y en la vida misma de la Escuela: frutos, alegrías y esperanzas, que absorben y dan sentido a esos sinsabores, pequeñas molestias y desilusiones.
Hoy comprendemos más a la Escuela, y nos damos cuenta de que a través de ella hemos conocido a Jesucristo, nuestro Señor, y a través de ella hemos cooperado con el mismo Cristo en la obra del Reino.
En la Escuela de evangelización Mazetés he encontrado verdaderos hermanos y amigos, y he encontrado ese tesoro de incalculable valor: Cristo Jesús. En ella y con María conocí al Espíritu Santo y me hice Iglesia. Con y por el Espíritu Santo me hice uno con Jesús en la Santa comunión, y caminando en él, he tenido la dicha de saberme y sentirme hijo de Dios. Me sé verdaderamente hijo suyo, no solamente de nombre, porque sé que su amor se ha manifestado precisamente en su Hijo amado para mí. Por otra parte, los momentos de oración frente al Santísimo me dieron la pauta para crecer en gracia frente a Dios y discernir mi vocación.
La Escuela de evangelización Mazetés no es sino un instrumento de la gracia de Dios para conocer el Evangelio, pero ha sido justamente con este instrumento con el que el Señor me ha tocado y bendecido. Es justamente con la Escuela de evangelización Mazetés con quien me he sentido plenamente identificado.
Han sido tantas cosas que he vivido estos últimos 10 años de mi vida, que no me queda más que decir: ¡Gracias, Escuela de evangelización! ¡Gracias, hermanos de la Escuela! ¡Gracias, Señor mío y Dios mío!

Sergio Pérez Portilla
Coordinador EEM jóvenes



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